Kishio Murata ha sido considerado como uno de los principales artistas de la pintura abstracta japonesa. Con bases plásticas sólidas, concebidas en su natal Japón, llegó a radicar a México desde 1964, por invitación del Dr. Álvaro Carrillo Gil, quien formaba parte del Comité Organizador de la Magna Exposición de Arte Mexicano, la cual se había llevado a cabo en el Museo Nacional de Tokio, como resultado de la firma del Tratado de Intercambio Cultural entre México y Japón de 1954. Carrillo Gil vio en su arte una riqueza artística que va de lo musical a lo poético, de lo abstracto a lo sutil, en el empleo del color. Su trabajo plástico consiste en fabricar, a partir de elementos simples, las formas más complejas y, al mismo tiempo, sumamente bellas.
Murata nació en 1910, por lo que este año, en que se festejará el centenario de su natalicio, el Museo Dolores Olmedo presenta una selección de 40 obras al óleo y una pieza realizada con la técnica de la serigrafía, única en la producción plástica de este artista. Sus pinturas se encuentran en varios museos del mundo como el de Arte Moderno de Kyoto, Japón, el Museo de Arte Moderno, en la Ciudad de México, así como en colecciones de México, Estados Unidos, Japón y otros países. A lo largo de su vida, participó en un sinnúmero de exposiciones colectivas e individuales. tanto en nuestro país como en el extranjero.
Kishio Murata: Construyendo una fantasía da título a una exposición que ofrece a nuestros visitantes la posibilidad de acercarse al arte abstracto, uno de los más complejos, pero también un arte que nos permite una multiplicidad de significaciones, pues es el espectador el que, a partir de sus propias experiencias vivenciales, le da sentido a la obra. En la muestra encontramos tres cuadros figurativos: Paisaje de otoño, El mar y Construyendo una fantasía, pieza de nuestra portada, que fue realizada a lo largo de 20 años (1970-1990) y que el artista pintó, quizá por diversión, como un ejercicio de relajación mental. Esta obra es emblemática por sí misma, ya que, en cierto modo, marca la estancia del pintor en México, quien fallece en 1992.
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